Frase asociada con Adam Neumann, cofundador de WeWork, una empresa que revolucionó el concepto de espacios de trabajo compartidos. La frase refleja su actitud optimista y la cultura de trabajo intensa que promovía en WeWork, donde los empleados debían estar altamente comprometidos y entusiasmados con su trabajo, incluso desde el inicio de la semana. Este enfoque hacia la cultura laboral, sin embargo, también fue parte de las críticas hacia su liderazgo, ya que se percibía como exigente y, en algunos casos, insostenible.